El ambiente de negocios que emergerá cuando el terremoto de la pandemia de COVID-19 comience a perder fuerza, será muy diferente al preexistente. No solo por elementos macro (el déficit fiscal de Estados Unidos se acerca al que tuvo en la II Guerra Mundial), sino por otros efectos colaterales, como la migración geográfica de las cadenas de suministro.
En 2021, todas las economías desarrolladas (con la posible excepción de las del Lejano Oriente), y aún más las del Cono Sur, verán incrementar los efectos de su disrrupción.
En tal escenario, la transformación digital de las empresas, en especial de las PyMEs, deja de ser una posibilidad entre otras y se convierte en un activo estratégico necesario, que puede resultar esencial para la supervivencia y el florecimiento.
Dos transformaciones en una
Pero, antes de continuar, es importante aclarar una confusión de conceptos. En el mundo de los negocios son dos olas tecnológicas, y no una, las que golpean en paralelo en las playas de la rentabilidad a largo plazo: la primera es la transformación digital, en tanto que la segunda se refiere a la transformación de Tecnologías de Información (TI).
Como bien lo aclara el trabajo Research Proves IT Transformation’s Persistent / Link to Agility, Innovation, and Business Value (de Dell Technologies), la primera “hace hincapié en evolucionar para prosperar en una economía digital, por ejemplo, mediante el uso de dispositivos inteligentes, sensores conectados y conocimientos basados en datos, para innovar, superarse y superar a los competidores”. Bajo este enfoque, “la transformación digital se enfoca en aceptar el cambio para convertirse en el disruptor, no en el golpeado”.
La segunda ola, por su parte, “se centra en la modernización de la infraestructura tecnológica subyacente. El negocio se transforma al crecer más allá de su dependencia de tecnologías heredadas rígidas, manuales y difíciles de mantener”.
En los hechos, ambas olas le permiten a la empresa mejorar su:
- Velocidad
- Eficiencia
- Escala
- Rentabilidad
En un reciente evento virtual, Jay Gumbiner, Vicepresidente de Investigación de la consultora en tecnología IDC para Latinoamérica afinó la puntería al indicar qué acciones aconsejaba considera a las empresas para avanzar con éxito en la transformación digital:
- Robustecer sus áreas y servicios de marketing digital como su centro de gravedad, porque la mayor parte de las ventas ocurren ahora en línea.
- Renovar su infraestructura de comunicaciones en busca de garantizar las operaciones de la empresa, por parte del personal que trabaja desde sus casas y de manera móvil.
- Mantener y acrecentar estrategias de seguridad y de uso de la nube, ambas esenciales para el nuevo escenario de los negocios.
De todas maneras, es muy importante entender –en especial para las PyMEs– que no se trata solo de un asunto de los “fierros” o la “arquitectura”, siempre cambiante, de las plataformas tecnológicas.
Cambio de mentalidad
Mayor o igual importancia que los elementos previos, tiene promover el cambio de la cultura interna en la compañía: la transformación digital supone una conversación entre dueños, gerentes y empleados para dar pasos hacia una mutación en la mentalidad que permita mudar hacia una manera de trabajar que facilite el uso de las plataformas digitales, mejores en la eficiencia, pero –sobre todo– para abrir la puerta a la innovación.
En el caso de las PyMEs, resulta esencial cómo los dueños o quienes direccionan el trabajo en el día a día se posicionen fuertemente respecto a la transformación digital.
Para ello deben evitar una confusión que suele ocurrir: el gerente, ejecutivo o director no debe de ser ni tener ni aspirar al conocimiento de un CTO (Chief Technology Officer). Eso es un gasto de energía poco productivo. Su compromiso debe de ser con la puesta en marcha de las estrategias prácticas que se vuelven posibles gracias a la migración hacia lo digital.
La fortaleza de ese compromiso es lo que debe de ser visible para el resto de la empresa.
Las empresas pequeñas y medianas, además, por su escala, pueden optimizar el trabajo de sus equipos, favoreciendo la movilidad, respuesta rápida y haciendo que cruzar las barreras de distancia geográfica se vuelva más barato.
Cómo medir el impacto
Si bien la facturación y la rentabilidad son las métricas doradas en cualquier empresa, los resultados de una transformación digital pueden evaluarse también bajo los siguientes parámetros:
- Mejora en la competitividad
- Incremento en la innovación
- Mayo eficiencia del gasto tecnológico
- Velocidad de reacción ante cambios en el mercado
- Mejor experiencia de los clientes/usuarios
- Optimización de las operaciones internas
Las métricas de impacto son muy relevantes, ya que nos movemos en una realidad demasiado dinámica para los estándares previos.
Un ejemplo de esto último, se calcula que en 2025 habrá unos 25.000 millones de dispositivos conectados a Internet. La cantidad de minería de datos (data mining) que ofrecerá tal magnitud de tráfico nunca fue posible en la historia. Así, la transformación digital presenta la posibilidad de acceder o posicionarse benéficamente frente a los efectos de procesos como el citado. Pero, también hay peligros. De ellos hablaremos en una futura entrada del blog.