Educación, la nueva presencialidad -

Educación, la nueva presencialidad

Vuelta a la educación de la nueva realidad.

En el Reino Unido, a comienzos de la pandemia, una encuesta a estudiantes universitarios indicaba que casi la mitad (46%) de ellos se declaraba satisfecho con la enseñanza online durante la pandemia y deseaba mantener este formato. Sin embargo, eso ocurría antes de que tuviera lugar la “fatiga pandémica”.

Con el paso de los meses la tensión comenzó a instalarse, no particulamente en ese segmento, sino en el primario/básico y secundario/medio.

Según  algunos medios de prensa,  padres y madres, con razón o sin ella, impulsados no poco en una “fatiga de presencia de sus pequeños o de las demandas de sus adolescentes”, comenzaron a criticar el que sus hijos “aprendían poco o nada” a distancia. Y, por supuesto, que el descenso de la intensidad en las rutinas de socialización escolar amenazaba sus destrezas básicas. Ambas situaciones, se alertó, crearían una generación claramente menos cualificada para la vida académica en particular y la social en general.

No estamos en peligro

Lo cierto es que, al contrario, en cuanto a formación valórica, la pandemia no vino sino a profundizar lo ya existente. En las familias con desarrollo suficientemente armónico, intensificó la transferencia positiva de actitudes y valores; en las familias aproblemadas simplemente reafirmó el conflicto o visibilizó los fallos.

Ambas realidades no tienen nada que ver con las oportunidades que se abren con las nuevas plataformas de aprendizaje a distancia.

Respecto de estas últimas, el peligro es pensar en que existe una oposición entre presencialidad y educación online. Qué habría que privilegiar una por sobre la otra.

En declaraciones al diario The Guardian, Vijay Govindarajan, profesor de innovación empresarial en Dartmouth College en Estados Unidos, cuestionó ese eje, por ejemplo, en referencia a la educación terciaria:  “Las universidades pueden crear experiencias multimedia de alta calidad en línea. Las conferencias se pueden grabar en HD y reutilizar, por lo que los profesores pueden dedicar más tiempo a interactuar con los estudiantes. Esto mejorará la calidad general del aprendizaje”, dijo.

La visión de Govindarajan se relaciona con el sistema anglosajón, en el cual el profesor no delega más que ocasionalmente el dictado de las clases y, en paralelo, ejerce una tutoría uno a uno cuando es necesario. En el caso de naciones como Argentina, Chile o Brasil esta situación se da solo en algunos departamentos de escasas universidades, por lo cual el diseño debe de ser distinto.

Sin embargo, en las educaciones primarias y secundarias, en efecto, el vínculo con los profesores es universal y posee una dimensión fuerte.

Temas básicos

En esos ámbitos, donde los modelos pedagógicos más masivos no preparan a los alumnos para un aprendizaje producto de una mayor iniciativa propia, existen elementos más básicos a resolver antes de entrar en una discusión seria sobre la potencia y efectos de la teleducación:

  • Calidad y continuidad de la conectividad a internet
  • Elección de software y/servicio de conexión más versátil
  • Entrenamiento/adaptación de los profesores al nuevo formato
  • Reeducación en las formas demandadas de atención de los alumnos
  • Y distribución/cambio en los costos (¿cómo modelar los costos económicos directos para instituciones y familias?)

Sobre lo que pueden hacer los profesores hay  una abundante estela de opiniones. Por ejemplo, Justin Roberts de la compañía 8×8 sugiere una serie de estrategias simples, entre las que destaca: “Cuando el profesor tenía a los estudiantes en un aula, recibía su atención durante un período de tiempo más largo y controlaba el entorno. Podría pedirles a los estudiantes que guardasen sus teléfonos para que pudieran concentrarse en la lección en cuestión”. En el entorno a distancia, en cambio, “las distracciones son virtualmente imposibles de eliminar para un aula virtual. Los estudiantes pueden tener otras pestañas abiertas u otro monitor, estar operando sus teléfonos o hablar con otras personas en su hogar durante una clase”.

La respuesta a esta situación, arguye “es acortar el contenido. El profesor no tiene toda la atención de sus estudiantes durante tanto tiempo como cuando las clases eran en persona; deben adaptarse a esta nueva dinámica. Haga sus conferencias y clases más cortas para que sea más fácil para los estudiantes concentrarse”.

Concentración, también se aprende

Sin embargo, seguir este consejo no es simple: los profesores tienen cantidades de contenidos preestablecidas que entregar y medir por medios de test y exámenes. Ellos serán cualificados a su vez por su éxito en transmitirlos. Y, por otra parte, abandonar la tarea de entrenar la atención es dejar atrás una de las cosas más importantes que aprendimos en la escuela: a concentrarnos sin que haya un espectáculo de por medio.

Este único punto nos muestra que el camino hacia un modelo educativo presencial/a distancia en simultáneo requiere una adaptación tanto desde abajo hacia arriba, como desde arriba hacia abajo: la cadena institucional debe de comprometerse a una reforma que también es una exploración. ¿De qué? De algo que, a primera vista, no resulta evidente: el contacto a distancia es también una forma de presencialidad y, en el caso de la educación, supone la necesidad del surgimiento de nuevos protocolos mediante los cuales la información y las técnicas de aprendizaje puedan  ser transmitidas intergeneracionalmente.

Uno de los dramas de la “presencialidad clásica” fue su tendencia a la homogeneización de los alumnos y alumnas, precio que muchas familias pagaban contentas por el servicio, no expresado, de “custodia” horaria y creación de capital social (los amigos/as) que permitía (y permite) a los padre integrarse al mercado del trabajo o, en el caso de todavía muchas mujeres, descargar parcialmente de sí la tarea de la educación de contenidos. En vista de este escenario, la “nueva presencialidad” requiere una reformulación del espacio de la escuela/colegio. La tecnología para ello, como lo demostró esta pandemia, está disponible y en despliegue rápido. Lo que hay que impulsar ahora es la imaginación práctica para usarla  de una forma ventajosa para todos.

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